Y entonces el gigantesco robot, a punto de con su poderoso brazo de titanio aplastar lentamente la yugular de aquél ser anónimo que se acercó a él con los brazos abiertos, accedió a sus bancos de memoria. Retrocedió en el tiempo, analizando miles y miles de bifurcaciones electrónicas, hasta llegar al punto cero, a ese momento en que la vida (artificial) fue creada y se dio cuenta que el ser que pretendía destruir era su mismo creador, el origen de toda su estirpe. En ese momento surgió la trascendencia electrónica.