
Al mirarla llegar, todos los Ángeles de la Muerte se incorporaron y la saludaron respetuosamente. Azra'il vestía su negra túnica y su guadaña, que utilizaba cuando visitaba el norte. El arcángel descarnado se despojo de su habitual ropaje. Se transformó en una delgada y pálida mujer. Se puso un moderno vestido que la hacía lucir muy guapa. Uno de los ángeles, Kafziel, le preguntó si ya era esa época. Ella le sonrió silenciosa, mientras se acomodaba un sombrero coquetamente. Se despidió de ellos y regresó al mundo. Iría a uno de los pocos lugares donde podía andar entre los humanos, sin sentirse rechazada. Llegó al gran panteón de Mixquic, donde una muchedumbre se encontraba reunida. Allí, los niños la reconocieron y corrieron a abrazarla, los adultos la saludaban amistosamente. Una anciana, junto a la tumba de su esposo le ofreció una taza de chocolate. Ella la aceptó con gusto y le confesó que pronto se reuniría con su amado. Toda la noche, paseó por esa ciudad tan peculiar, que cariñosamente la había recibido y aceptado como una de los suyos, bautizándola incluso como "La Catrina". Sólo el país donde el dolor y la alegría se yuxtaponen, donde la fiesta y la desgracia se confunden, México, puede tener a La Muerte como parte integral y estimada de la Vida.