Con Pedro y Juan solíamos jugar a los superhéroes. Pedro adoraba a Thor. Juan era fanático del viejo Superman. Yo me conformaba con el menos afamado Visión.
A Juan le gustaba Virginia. A Virginia le gustaba Pedro. A mí Virginia, sinceramente, no me agradaba nada. Siempre la consideré una niña caprichosa y del montón, un lastre para nuestros juegos.
Cuando Pedro se pavoneaba del Martillo ante Virginia, y Virginia ponía esa cara de tonta que se le notaba que le encantaba tanto Pedro, a Juan se le ensombrecía la mirada de puro abatimiento.
A veces pienso que Virginia fue terriblemente injusta con Juan. Que la presuntuosidad de Pedro en parte incitó la tragedia.
Por eso un día Juan, tratando de superar a Pedro, por fin saltó de la azotea delante de Virginia y los demás.