
—¿Qué es ese escándalo?
—Usted perdone, pero la verdad es que tiene todo esto lleno de trastos.
—¿Qué hace usted en mi sótano? —preguntó la muchacha.
—Estaba viajando con el TUP… —aclaré.
—No sé qué es un tup de esos…
—Bueno, es algo que sirve para viajar, está claro.
—No me cambie de tema, le repito, ¿qué hace usted en mi sótano?
—Diría que he caído por accidente aquí…
—¿Cómo ha entrado en mi casa?
—Se lo acabo de explicar.
—No tiene ningún sentido, aquí en el sótano las ventanas son muy pequeñas para que pueda pasar alguien de su… “envergadura”.
—Sí, tiene razón, tengo que hacer más ejercicio. Pero usted podía tener esto un poco más arreglado, que con tanto cacharro viejo no hay quien se mueva…
—Encima que entra en mi casa quien sabe cómo, se pone a criticarme, abrase visto…
—Empezó usted primero hablando de mi “volumen”.
—Usted mismo lo reconoció que tenía que hacer más ejercicio.
—Cierto, cierto. Usted perdone.
—Un momento… ¡Dios bendito! ¿Y sus brazos?
—¿Mis brazos?
—Sí, sus brazos.
—Pues aquí… No suelo perder nada… Habitualmente… Bueno, yo a veces sí…
—¿A veces sí qué?
—Me pierdo… Quiero decir, que no suelo perder partes de mi anatomía, normalmente, pero yo sí que me suelo perder… Pero me suelo perder yo entero, vamos… No sé si me explico…
—Todo esto es muy raro…
—No sé, yo siempre he tenido los brazos, para mí es normal…
—Hablo en general.
—Un momento… Ahora que me fijo, ¡usted tiene cuatro brazos!
—Es lo que le estaba diciendo, ¿dónde están los dos brazos que le faltan a usted?
—No me faltan, siempre he tenido dos, no más… Que yo recuerde vamos.
—Pues por aquí lo normal es tener como mínimo cuatro…
—¿Como mínimo?
—Bueno, que todos nacemos con cuatro brazos… Pero puede ocurrir un accidente y alguno perder alguno de sus brazos… Pero vamos, lo normal son cuatro. Quizás me he expresado mal.
—Debe ser algo típico de este planeta. Tiene usted apariencia humana, salvo lo de los brazos, claro. Y muy buena apariencia por cierto…
—¿Este planeta? ¿Ahora me dirá que usted es un ladrón de otro planeta?
—Está claro que no soy de aquí, ya ve que no tengo los cuatro brazos habituales… Y no es por qué perdiera dos de ellos…
—No puede ser, ¿y su platillo volante?
—¿Platillo?
—Su nave espacial…
—Ah, eso, ahora no sé por qué con lo de platillo he pensado en comida…
—Ya está usted de nuevo cambiándome de tema…
—No, no, ya le dije que vine con el TUP.
—¿Es una especie de nave invisible?
—Pues no.
—Mm, podría ser que su nave fuera pequeña y la hubiera ocultado…
—Sí, el TUP es pequeño, así es.
—No, no puede ser… Usted como le dije antes, tiene bastante… “envergadura”, está claro que necesita una nave grandota para poder caber…
—Ya estamos de nuevo. Que si el Jim está gordo, que si el Jim no entra por la puerta, que si el Jim no entra por la venta…
—¿El Jim?
—Ah, sí, me llaman piloto Jim.
—¿Piloto?
—Sí, una especie de piloto espaciotemporal, digamos.
—Ah, que encima viene usted de otro tiempo.
—Bueno, todos en general viajamos continuamente por el tiempo. No es que venga yo de su pasado…
—¿Viene del futuro? ¿En el futuro solo tendremos dos brazos?
—No, no, tampoco. Vengo de otra realidad.
—Sí, usted habla como si viviera en otra realidad, eso sí.
Entonces llamaron a la puerta.
—No se mueva, voy a ver quién es —dijo la chica subiendo por las escaleras.
Al cabo de unos pocos minutos bajó de nuevo la chica, esta vez acompañada de un señor con traje y gafas de sol.
—¿Y este quién es? —preguntó aquel señor.
—Mm, esto, es mi marido.
—Ah.
—¿Y usted quién es? —pregunté yo.
—Como le comentaba a su señora, soy del FBI…
—¿Aquí también hay FBI?
—¿Aquí?
—Quiero decir, aquí, como es que han venido a aquí, los del FBI.
—Como le decía a su esposa, hemos detectado por esta zona unas fluctuaciones espaciotemporales.
—Ah.
—¿Ustedes no han notado nada raro?
—No, no. Estábamos aquí en el sótano arreglando un poco las cosas…
—Ya veo. Un momento…
—¿Qué ocurre señor agente?
—Su marido.
—¿Qué le pasa a mi marido?
—Le faltan dos brazos.
—No, tengo aquí mis dos brazos.
—No, cariño, se refiere a tus otros dos brazos.
—Ah, eso.
—Pobrecito, nació así, es una deficiencia genética.
—Ya veo. Lo lamento señor.
—El pobre, como siempre ha sido así, lo tiene asumido ya, desde pequeñito.
—Ya veo. Bueno, si ven u oyen algo raro avísenme.
Y así se marchó.
—Será mejor que nos vayamos. Imagino que cuando el agente llegue a la central comprobará que realmente no estoy casada… Bueno, lo estuve, pero mi marido murió hace años…
—Vaya, lo siento.
—Fue hace años. Era un eminente científico que no quería trabajar para el gobierno. Y finalmente tuvo un accidente de coche y murió.
—Triste historia.
—Bueno, ahora tenemos que irnos rápido antes de que el agente del FBI descubra que le hemos mentido.
—Yo con mi TUP puedo desaparecer en segundos.
—Pues todo arreglado.
—¿Y qué hay de usted?
—Bueno, ya me espabilaré.
—El profesor Jones…
—¿Quién es el profesor Jones?
—El inventor del TUP.
—Vale.
—Pues el profesor Jones me explicaba el otro día que el TUP está controlado por una potente IA.
—¿Como Alexa?
—¿Aquí tenéis también Alexa?
—¿Aquí?
—No me refiero a este sótano, quiero decir en este “universo”.
—Sí, sí, tenemos Alexa.
—Pues sí, sería algo así, pero más compleja y bueno, la IA del TUP de momento no habla, que yo sepa, vamos…
—Vale.
—¿Vale?
—Que muy interesante, pero no sé qué me quiere decir.
—Ah, que me explicó el profesor que la IA del TUP a veces actúa por cuenta propia. Y si te lleva a un destino no programado es porque quiere ayudar.
—¿Ayudar?
—Sí, la IA detecta donde puede ayudar y ahí me manda para echar una mano.
—Vale.
—¿Vale?
—Es una historia muy bonita, pero no sé dónde quiere ir a parar.
—Ah, pues que yo no he programado el venir a este universo. Así que deduzco que la IA ha pensado que necesitaba ayuda y por eso me ha llevado hasta aquí.
—Bueno, ahora tengo que huir del FBI, antes vivía bastante tranquila la verdad.
—Vaya. Bueno, tal vez el profesor se inventó esta historia para justificar que el TUP te llevaba a donde le parecía. Vamos, que falla más que una escopeta de feria, pero se inventó lo de la IA para encubrir estos fallos de “aterrizaje”.
—No sé, no conozco al tal profesor ese.
—Bueno, en resumen, ¿necesita usted ayuda con algo?
—Pues no sé, así en frío… Es verdad que echo de menos a mi difunto marido… Y que ahora he de ocultarme un tiempo del FBI…
—¿Y por qué ha querido ocultarme del FBI?
—Bueno, conozco de lo que son capaces… Como le dije mi marido tuvo que trabajar obligado por el gobierno, para desarrollar armas y demás…
—Bueno, yo no soy ningún científico.
—Ya me parecía. Pero si el gobierno se entera de que es usted un alienígena, seguro que le apresan para hacer experimentos con usted y le torturan para que les de información que puedan usar como arma.
—Veo que algunos gobiernos son iguales se esté en el universo que se esté.
—Pues eso.
—Lo único que se me ocurre es que escape conmigo.
—No gracias, tengo bastante aprecio a mi universo para dejarlo por otro. Además, que aquí tengo familia, amigos y conocidos.
—Bueno, podría ayudarla a escapar dentro de este universo, lo que pasa es que en general solo puedo programar destinos que conozca… Y acabo de aterrizar en este universo, así que solo conozco este sótano.
—Ahora que caigo, mi marido me explicó que tenía guardada una pequeña fortuna, para las emergencias, podría usar ese dinero para esconderme una buena temporada del FBI.
—Ah, muy bien.
—Lo que pasa es que murió antes de decirme donde tenía escondido ese dinero.
—Pues vaya. Como el TUP me ha llevado hasta este sótano, quizás es por qué el dinero está aquí.
—No, ya registré a fondo el sótano y no encontré nada.
—Pues no sé, ¿en qué estaba trabajando para el gobierno? Quizás nos sirva de pista para encontrar el dinero.
—Era un proyecto secreto, solo conseguí averiguar que le llamaban Proyecto Ant-man.
—Qué curioso, en mi mundo había unos cómics sobre ese tema.
—¿Tenían cómics sobre científicos?
—Bueno, no exactamente, era más un cómic de superhéroes.
—Puede ser que estuviera trabajado para crear un súper soldado. También descubrí que era un proyecto militar.
—Pues a saber…
—Ah, también me dio estas llaves. Que son las llaves de un coche, pero nunca averigüé de que coche.
—Qué raro.
—Él no quería construir ningún arma e imagino que intentó planear su fuga.
—Eso parece.
—Llegó un punto en el que vio que la cosa no acabaría bien y que no le permitirían escapar.
—Ya podría ser.
—Y entonces planificó como podría escapar yo del gobierno.
—Claro, si le dio unas llaves de un coche, es probable que fuera para huir con él.
—Estuve varios años investigando y nunca encontré ese coche. Revisé todas sus propiedades y las propiedades de familiares y amigos y nada.
—Pues vaya.
—Supongo que para darme una pista me dio también esta miniatura de un coche, que también suelo llevar siempre conmigo en recuerdo de mi marido.
—A ver.
—Es un coche de juguete.
—Pero es muy realista. Es un viejo Volkswagen “escarabajo”. Yo soy quizás más de cucarachas, pero reconozco el modelo.
—No entiendo que quiere decir y me parece raro que siendo usted extraterrestre conozca tanto de nuestra cultura.
—Por lo visto este mundo es muy parecido al mío. Es como una realidad alternativa, donde la gente tiene dos brazos de más, pero por todo lo demás, parece igual a mi realidad.
—Es curioso.
—Bueno, pues asunto resuelto.
—¿Como que asunto resuelto?
—Es evidente.
—¿El qué?
—Pues que las llaves son de este coche.
—¿Cómo va a ser eso posible? Pero si las llaves son más grandes que el propio coche.
—Se lo mostraré. Este sótano es bastante grande para que quepa el coche.
—Bueno, ya ve que es una reproducción en miniatura, ¿no?
—Claro, llevo gafas, lo veo claramente.
—¿Entonces?
—Deje usted el coche en el suelo y apártese —dije sacando una pistola.
—¿Qué se supongo que piensa hacer con esa pistola?
—Es una pistola agrandadora. Por lo que me ha explicado, su marido trabajaba en experimentos de miniaturización. Con mi pistola haré que el coche vuelva a su tamaño normal.
Y así lo hice.
—¡Ostras! Es verdad.
—Ahora si abre el maletero del coche, sospecho que ahí estará el tesoro que guardó su marido.
—Sí, aquí hay un buen montón de dinero.
—Pues asunto resuelto, como le decía, ahora volveré a mi mundo con el TUP y usted podrá escapar con el coche y el dinero que preparó su marido.
—Esto, hay un pequeño detalle.
—¿A qué se refiere?
—¿Cómo saco el coche del sótano?
—Ah, es verdad. Pues resulta que ahora mismo no llevo encima la pistola reductora.
—Pues estamos apañados.
—Bueno, ¿con el dinero que tiene no le es suficiente para escapar?
—Sí, creo que sí.
—Pues lo dicho, asunto resuelto. Cuando el agente compruebe que no soy realmente su marido y que su marido murió hace años, ya investigará él como metimos este coche en el sótano.
—Sí, quizás eso le retrase.
—Bueno, pues encantado de ayudarla. Quizás nos volvamos a ver en otra ocasión.
—Quien sabe…
Sobre el autor:
Escritor de relatos cortos de ciencia ficción ligera con toques de humor. Entre estos relatos destacan los protagonizados por el piloto Jim, un extraño héroe galáctico, un tanto patoso, pero que en el fondo es buena gente.
Varios de estos relatos han sido recogidos en alguna que otra antología como “Los viajes de Jim” publicada por Apache Libros, “Arrepiéntete piloto Jim, dijo el señor L’Ok” publicada por Wave Books y “El piloto… ¡De otro mundo!”
Más en Tonyjim.com
Más relatos, curiosidades, recomendaciones de ciencia ficción en:
Comentarios