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Alba Alameda Santos

Colaboraciones: El precio del silencio de Alba Alameda Santos


Ella era tímida. Se aislaba de todo y de todos con sus libros. Le gustaba estar sola. No confiaba en nadie: la habían hecho sufrir mucho. También era una chica mona, fácil de ver, pero ella no lo creía. Que poderosa la presión de grupo.

Él era popular, divertido y con don de gentes. Era guapo, no cabía duda. Tuvo una infancia difícil, pero lo tenia que superar. Siempre cabeza alta y sonrisa: nunca llorar. Que bonitas son las sonrisas falsas.

Un día, como otro cualquiera, fueron a sus taquillas en el instituto. Ella le miró a él. A aquellos ojos verdes que eran tan profundos. A aquel pelo castaño liso y sin imperfecciones. "No" se dijo, "yo no valgo nada como para que se fije en mi" y apartó la mirada Él también la vio, pero no era la primera vez. Era aquella chica de ojos azules que leía solitaria en el patio. Aquella chica de pelo negro y enmarañado. "No" se dijo, "seguro que le parezco un creído" y la ignoró como siempre trataba de hacer. Otro día, yendo a la cafetería, pasaron el uno al lado del otro. Él se iba y ella llegaba ese preciso instantes. Obviamente se cruzaron, pero ambos evitando cualquier contacto. Pero los sentidos son muy traidores. Ella percibió su olor. Olía a vainilla, su olor favorito. Le dio el impulso de acercarse a su cuello, pero se contuvo. "No seas ridícula" pensó, "se burlaría de ti". El reconoció un dulce aroma a coco. Le encantaba aquel olor. Se dio cuenta que venia de ella. Quiso respirar cerca de su pelo. "Idiota" pensó, "¿no ves que te rechazaría?" Y ambos siguieron su camino con la mirada al frente y deseos rotos ocultos.

Pasaron los días. A pesar de las miradas inevitables, los olores embriagadores y los tentadores deseos, todo se veía frustrado debido a los pensamientos negativos de ambos jóvenes. Un fatídico día, ella recibió la noticia de que se iban a mudar. Un lugar lejos de donde vivan en ese momento. Esa mañana iba sumida en sus pensamientos, y chocó con alguien que la hizo caer. Ese mismo trágico día, él no pudo dormir. Demasiados pensamientos dolorosos y deseos incumplidos. Iba distraído, tal vez por el sueño o porque seguía teniendo en la cabeza millones de recuerdos haciéndole sufrir, cuando alguien se chocó con él y cayó. Ella se dio cuenta de que, por suerte o desgracia, a quien había golpeado era aquel chico que le tenia atrapada, y ahogó un grito. El se día cuenta de que, para llenar más su mente de pensamientos, a quien había arrollado era a la chica que le mantenía en vela, y se sonrojó. Ella miro a otro lado, evitando derrumbarse allí mismo. El la volvió a ignorar intentando fallidamente no torturarse y se marchó. Cada uno por su camino, como siempre hacían. Los dos contenían lagrimas, lagrimas de desesperación. Llegó el día en que ella se marchó. No hubieron despedidas Cuando él lo supo, soltó una sola lagrima, suficiente para poder averiguar que pensaba: "¿Por qué no me atreví?". El chico se culpaba una y otra vez, por no haber afrontado sus miedos y sus dudas. Ella, a la par, leía con ojos borrosos, desesperada por calmar el dolor producido por ahogar demasiadas palabras. Y ambos aquel día perdieron una parte de su corazón.


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