
Qué tal si el universo fuera una perla en el fondo del mar, donde la luz llega casi extinta y aunque débil igual se refleja en ella. Con el brillo exquisito de todos los grises, que en las sombras definen lo dimensional de su figura. Qué tal si nos viéramos escondidos en el interior de una ostra, y el crecimiento de nuestras galaxias la mataran lentamente, mientras la luz de otro sol se refleja en nuestro universo. ¿Podríamos aceptar como evolución pender del cuello de una duquesa, si hemos matado a quien nos creo?