Microrrelato de lectores: Cuando el despertar era sencillo.

Era un ser completa y totalmente libre, libre de ser lo que no le apetecía, de pensar lo que no se imaginaba , de sentir lo impasible de cualquier sentimiento, de sentir lo frío, lo aterrorizador, doloroso, frívolo, lo inquietante, lo desafortunado, lo inimaginable, lo trágico... Lo trágico, lo trágico, trágico y trágico que podría llegar a ser el confiar en algún futuro incierto planeado por alguna otra mente impaciente de sentir justo lo contrario a lo que en verdad se viviría con el paso del tiempo, con el paso de lo espontáneo totalmente satisfactorio y con la llegada de la rutina, el orgullo, los celos, el descaro, las tardes repetitivas, las mañanas asfixiantes, las noches sin color ni sabor y las horas llenas de incomprensión y desconfianza... Sí, desconfianza... ¿No era aquello por lo que comenzó todo ese aquel compartir?