¿CÓMO DE QUE NO? - Mamá volteó por enésima vez. -... pero, má... no me gusta el hígado...- contestó el pequeño de siete años, mientras movía su comida con el tenedor. Madre suspiró y volvió a decirle por qué era bueno para su salud, que le ayudaría a no sentirse tan enfermo y podría jugar en los prados sin cansarse tanto. Hijo, al parecer no escuchaba: - Ayer comimos costillitas, ¿no hay más? - dijo con una sonrisa transparente e inocente. Madre volteó de nuevo para lavar los platos y contestó: - Padre trabaja muy duro para traer comida a esta casa, Hijo. Las costillas se acabaron e hígado es lo que hay que comer. No te levantas de la mesa hasta que termines. Hijo miró con tristeza y algo de enfado a su plato. Nunca le había desagradado la verdura y se la comía con gusto, al igual que cualquier sopa. -Má... ¿Y no hay pierna? Madre se exasperó y le contestó con voz alta y aguda: - ¡Te comes lo que hay, porque Padre traerá a otro peatón hasta pasado mañana!