
El padre León terminó de instalarse y contempló el paisaje fuera de su ventana. En realidad, esta región agrícola era de ensueño: casi un paraíso. A lo lejos, veía a los labradores atender sus sembradíos, bajo la suave luz del atardecer. Se preguntó cómo le habrían hecho sus predecesores en otras lejanas tierras. Sonrió. A fin de cuentas, contaba con la ayuda de Dios para poder entregar su mensaje a estos hijos suyos, habitantes de la gran luna RT-768-12a, a tantos años luz de su hogar...