A mediodía, saliendo de clase, Hugo me ha buscado corriendo y excitado. _ La señorita Raquel es un vampiro. El comentario, por absurdo e inesperado, me ha hecho sonreir. A la tarde Hugo ha vuelto a insistir. _ Papá, te lo juro, la señorita Raquel es un vampiro. Aunque esta vez, de bastante malhumor (problemas con un cliente,un pedido...), le he reprobado el comentario. Y enseguida ha manifestado un hosco silencio de ofendido, con morritos inflados y mirada rencorosa. A la noche, después de cenar, he tratado de retomar el tema. Pero como estábamos muy cansados, he apagado las luces y cerrado el ataúd.