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Dritza


El auditorio Beckman estaba atestado de gente. Profesores, especialistas de todas las ramas de la física y astrofísica colmaban los asientos junto con gran cantidad de políticos y prensa, mucha prensa que ocupaba los lugares de la platea alta y allí habían colocado sus cámaras y micrófonos. En el centro del escenario se encontraba la Dra. Mary Beyer, directora del instituto SETI, apoyada sobre el atril de exposición mirando hacia sus notas, en silencio.

El auditorio estaba concentrado escuchando la grabación que se exponía y que ya habían escuchado incontables veces. Había pasado poco más de un año desde que se detectó la primer comunicación de una forma de vida inteligente fuera de la tierra, una transmisión de radio captada por el equipo de SETI que fue transmitida luego por todos los medios de comunicación a toda la humanidad y que fue festejado eufóricamente. Finalmente teníamos la respuesta que queríamos oír, “¡no estamos solos en el universo!”.

Este día se habían reunido las máximas figuras de la investigación científica y la política a escuchar, por primera vez, la traducción de la transmisión. Por más excitante que hubiese sido el descubrimiento nadie entendía el mensaje y le había tomado más de un año a los mejores lingüistas del globo dar sentido a la voz extraña y melodiosa que nos hablaba desde la otra esquina de la galaxia.

Finalmente la voz de tono grave y que parecía no poner espacios entre las palabras, como si cada oración fuera un largo verso de alguna canción de nostalgia culminó y las luces lentamente ganaron intensidad, dando paso a la exposición de la Dra. Beyer.

-Como decíamos al comienzo, no hay forma fácil de introducir el contenido de la transmisión así que simplemente la leeré para ustedes- tomó un sorbo de agua, se aclaró la garganta con un carraspeo y comenzó a leer dejando su vista fija en los papeles apoyados en el atril.

-Hola nuevamente, espacio infinito. Esta es mi última transmisión, creo que la última de mi especie. Hace frío, mucho frío, y ya sabemos que solo va a seguir empeorando. Como siempre, comienzo contándoles cómo llegamos a este infierno congelado.

Hace un año o dos, es difícil saberlo con certeza, un planeta errante se acercó a nuestro sistema planetario y lo atravesó, lo que alteró su equilibrio y causó en nuestro planeta todo tipo de catástrofes y lo disparó fuera de la influencia gravitacional de nuestra estrella madre a vagar por la galaxia, etapa que estamos comenzando a experimentar en este momento. En las transmisiones anteriores les conté la historia de Dritza, de nuestra especie y nuestras costumbres, al menos la parte que sé. Hoy, para finalizar, les contaré esta última etapa de nuestra historia, el repentino final de una historia que creíamos eterna.

Cuando nuestros astrónomos descubrieron este maldito planeta ya había ingresado a nuestro sistema planetario. Notaron que Váliko, el planeta más alejado de nuestra estrella se había desviado de su ruta normal y una gran cantidad de asteroides chocaban contra su superficie. Esto puso a nuestros mejores especialistas en la búsqueda del objeto extraño que generaba esta distorsión y al cabo de una semana ya lo tenían identificado así como su ruta más probable. No era muy grande, apenas más grande que Dritza, pero aparentemente era bastante denso como para alterar el movimiento de un astro tan masivo como Váliko. De todas formas, nunca hubo tiempo para estudiarlo por lo que son solo conjeturas.

En fin, nuestras autoridades intentaron mantener esta información oculta a la población de forma de evitar el pánico. Pero la gravedad de la noticia lo hizo imposible, los científicos y políticos le dijeron a sus familiares y amigos, y estos a los suyos. La inminencia del fin los obligó a comenzar sus despedidas y no había pasado una semana que ya no había quién no supiera del arribo del indeseado alienígena.

Aunque parezca increíble, a pesar de que de todas las simulaciones practicadas nos daban menos de una chance en diez millones de sobrevivir y que todos los medios dedicaban la mitad de su tiempo a hablar de este tema, durante los primeros tres meses desde el descubrimiento no cambió nada. Cada cual seguía su rutina, yendo a su trabajo, haciendo sus compras y practicando sus hobbies como si estuvieran convencidos de que una fuerza sobrenatural fuera a aparecer a último momento para soplar al planeta asesino a las profundidades del espacio y restablecer mágicamente el statu quo.

De todas formas nos sonó el despertador con una de las melodías favoritas del universo, con una catastrófica explosión. Una de las lunas de Váliko se desprendió del lazo gravitatorio de su planeta madre y se reventó contra Oiálano, el planeta gigante de nuestro sistema. El resplandor se pudo ver a simple vista en la noche del hemisferio sur, y la transmisión del evento se pudo ver en todos los medios. Fue hermoso y terrorífico, un objeto más de mil veces más pequeño que Oiólano penetró su superficie y lo transformó por completo incinerando gran parte de su atmósfera. Si algo relativamente tan pequeño podía ser tan destructivo para este gigante, ¿qué nos pasaría a nosotros cuando nos llegase nuestro turno? La respuesta era obvia, y se desató la histeria.

Lo primero en empezar, y terminar, fueron los saqueos. Multitudes se agolpaban y luchaban por los bienes y la comida en supermercados y centros comerciales, fueron incontables los asesinatos los primeros dos días. Sin embargo, ¿para qué se necesita un televisor si no hay nadie transmitiendo?, ¿por qué voy a tener un sillón de lujo si no voy a poder ver nada en el televisor?, ¿para qué voy a tener víveres para subsistir por años, si no voy a vivir más allá del próximo verano? Finalmente al tercer día, tan rápido como habían comenzado, los saqueos terminaron. Aun así, el caos general continuó.

Amigos intergalácticos, no se imaginan la cantidad de psicópatas contenidos que hay en las sociedades, pero de la misma forma les digo, no se imaginan la cantidad de valientes y cuerdos. Los asesinatos y matanzas se sucedían unos tras otros estos primeros días, pero claro, ya todos sabían que tarde o temprano iban a morir, por lo que los perpetradores eran neutralizados rápidamente. Siempre aparecían varios que calmadamente se enfrentaban a los desquiciados y, a pesar que muchos morían allí mismo, los detenían y mataban. De esta forma, al cabo de un par de semanas las grandes matanzas habían terminado, aún había asesinatos por venganzas y viejas revanchas, entre los políticos principalmente, pero eran realmente escasos.

Los violadores y pederastas tuvieron una suerte similar, es muy difícil intimidar a alguien con la muerte si ya está muerto, por lo que en la mayoría de los casos las víctimas o bien mataban a quienes los acosaban, o eran asesinados antes de ser violados. Y claro, ni bien se conocía que alguien intentaba alguna de estas deplorables prácticas, una multitud iba tras él y lo mataban, a veces de formas excesivamente sádicas según creo. Lapidaciones, mutilaciones y todo tipo de torturas sufrieron varios de estos individuos, a un pederasta especialmente desagradable lo hicieron durar semanas colgado en el principal monumento de nuestra ciudad, desnudo, mutilado y amordazado para que quienes pasaran no escucharan sus molestos lamentos.

De esta forma, pocas semanas después de esta erupción de barbarie todo volvía a estar relativamente tranquilo. Claro, en retrospectiva es evidente, todos aquellos dementes y cobardes que salieron a practicar un suicidio desesperado y escandaloso habían muerto, por lo que solo quedamos aquellos que entendimos que el fin no tiene por qué brutalizarnos, en todo caso es la oportunidad para disfrutar aquello que la rutina nos prohibía, antes de la extinción. Y felizmente, éramos muchos.

Las familias comenzaron a reunirse, y estas con otras, y grandes fiestas y banquetes eran servidos en las calles, en las playas, en clubes que hasta ese entonces habían sido exclusivos y lentamente fuimos pasando del terror y la desesperación a un estado de alegría, de comunión y de festejo de la vida que aún nos quedaba. Mi esposa y yo nos aislamos por un tiempo, en el hotel de nuestras primeras vacaciones, y reímos como aquella vez cuando nuestro fuego nacía y parecía eterno. El edificio estaba vacío y corríamos de habitación en habitación, jugábamos y nos amábamos, y no hubo cama que no conociera nuestra piel desnuda.

Una noche, acostados en el techo del hotel nos maravillamos con el esplendor de las estrellas, recordamos nuestras mejores anécdotas y reímos como dementes en una mezcla de alegría y desesperación. En ese momento lo vimos, como un pequeño alfiler curvo teñido de sangre sobre un telón negro rociado de diamantes. ¿Cómo algo tan pequeño, en esta vastedad implacable puede haber hecho tanto daño? nos preguntamos. Y allí entendimos que era la hora de volver.

Regresamos a la familia de mi esposa, de la mía solo quedaba un hermano que hacía años que no veía y del que no se nada. Con ellos, nuevamente festejamos, reímos, lloramos y volvimos a festejar. Los niños fueron una paradoja, no podías evitar entristecerte sabiendo que nunca iban a crecer y llegar a adultos, pero en su libertad anárquica e ignorancia infantil parecía como si su felicidad fuese infinita. No sólo estaban los primos y sobrinos de mi esposa sino también aquellos de amigos cercanos y otros que fueron quedando huérfanos con el paso de los días y formaban una pandilla ruidosa y enérgica. Uno creería que sin padres que los controlen serían una fuerza de destrucción imparable, pero luego de que varios de ellos murieran o sufrieran serias heridas en travesuras excesivamente audaces, los juegos se moderaron. Me contaron que uno de ellos había intentado comandar la pandilla por la fuerza, haciéndose de algunos secuaces y mortificando a uno u otro niño según la ocasión, hasta que un día decidieron acosar el hermano menor de una de las niñas y esta le partió la cabeza de un hachazo mientras estaba distraído. Sus tres compañeros salieron despavoridos y nunca los habían vuelto a ver y desde entonces estos quince o veinte niños siempre andaban juntos.

Seríamos cerca de cincuenta personas, niños incluidos, en una mansión que alguna vez perteneció a algún rico y poderoso pero que la había abandonado, o tal vez algún familiar lo hizo abandonar por la fuerza, nunca hubo necesidad de consultar. Allí vimos agrandarse la silueta del colorado asesino en el firmamento así como su luminosidad. Cuando tres cuartas partes de su superficie se veían iluminadas por nuestra estrella ya tenía el mismo tamaño que nuestra luna, Iriodis, y para cuando se iluminó por completo tenía el doble de tamaño. Se podían ver perfectamente sus cráteres y sus masivas erupciones de vapor, nunca se debe haber visto en el universo algo más parecido al rostro del demonio.

Fue por esos días que los brotes de demencia comenzaron en los animales. Parte del ganado se volvió agresivo y se alimentaba de los de su propia especie y los animales domésticos se revelaban contra sus amos. Una noche poco después, nos despertaron unos fuertes golpes y gruñidos fuera de la casa, cuando salimos a chequear encontramos a la madre de mi esposa golpeando frenéticamente a la vieja mascota de la familia con un atizador. Al intentar detenerla se abalanzó sobre nosotros lanzando estocadas cual esgrimista poseído y logré inmovilizarla no sin antes sufrir un fuerte golpe en el torso. Fue entonces cuando decidí irme.

Ya había aceptado la inminencia de mi muerte y estaba preparado para ver a aquellos que quiero morir, pero no creí poder soportar verlos transformarse en un ser irracional, y mucho menos que ellos tuvieran que verme a mí. Despedirme de mi amada fue lo más difícil que he tenido que vivir, más que las matanzas, más que el miedo a la muerte, más aún que los niños carbonizados luego de que chocaran un vehículo contra un depósito de gas, mucho más que ver las calles de mi pueblo desiertas y congeladas. Pero debía hacerlo y ella lo entendió, por lo que volví a mi pueblo natal cerca de las montañas y comencé estas transmisiones.

¿Qué pasó después? Varias personas en mi pueblo contrajeron esta extraña enfermedad y no hubo más remedio que sacrificarlas. Los casos parecieron tener un pico cuando el demonio rojo estuvo más cercano a Dritza para luego ir disminuyendo. De todas formas, Iriodis salió de su órbita y pareció ir detrás del extraño planeta, como quién se enamora de un nuevo amante. Luego comenzó el bombardeo de meteoritos, por más de una semana el cielo estuvo repleto de estrellas fugaces y muchas de ellas llegaron a golpear el suelo. De esto me enteré por otras emisoras de radio que al igual que yo transmitían día a día. Así me enteré que parte de nuestra capital fue pulverizada por un meteorito de gran tamaño y aparentemente otras ciudades también sufrieron impactos ya que sus radios dejaron de transmitir en este período.

Luego de todo esto, como les he ido contando, vino un gran verano. Meses y meses de calor que quemaron gran parte de las plantas y debido a su escasez también los animales fueron muriendo. De nosotros ya no deberíamos quedar ni la décima parte y pasábamos nuestros días intoxicándonos con bebidas y drogas o en interminables orgías que en definitiva no tenían otro propósito que pasar el tiempo evitando pensar en la decisión final que eventualmente tendríamos que tomar.

Cuando los días comenzaron a volverse más fríos, el frío nunca se detuvo. Nuestro sol cada día aparece más pequeño en el cielo cada vez más oscuro. No soy astrónomo, pero no creo que en este planeta alguna vez vuelva a hacer calor y si acaso volviera a hacerlo, espero que no sea gracias al calor de su estrella. Ya sé que pasa si eso sucede, y ahora ustedes también.

Hace ya una semana que no veo a nadie, bien podría ser el último de mi especie. He equipado esta estación con una batería de Lao por lo que debería durar unos cuantos miles de años si no es destruida por ningún objeto extraño, y he puesto esta última transmisión en repetición para que si están en condiciones, nos oigan venir y tal vez puedan evitar lo que nosotros no pudimos.

Nuestra civilización fue muy avanzada en muchos sentidos, descubrimos el electrón y otras partículas fundamentales, descubrimos que el espacio y el tiempo son básicamente lo mismo y logramos inventar maquinas fantásticas. Pero por todos nuestros esfuerzos nunca conseguimos descubrir el sentido de la vida, ni si hay más vida que en este planeta, ni la fórmula de la felicidad. Solo queda desearles suerte, al menos una mejor que la nuestra, si es que acaso nos escuchan, les envío un último saludo de parte de quienes quisimos conocerlos.-

La Dra. Beyer al finalizar tomó su vaso de agua y en la sala había un silencio aplastante. Nadie siquiera susurró a su costado ni levantó la mano para hacer preguntas. Finalmente Beyer habló, -Dritza como lo llamaba esta especie a su planeta, ya salió del cinturón de Kuiper y continúa su ruta hacia el centro de la galaxia. Sin embargo, hemos notado que Urano se ha desviado dos grados de su ruta de traslación.-


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