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T.A.Llopis

Gente sombra


Fuera llovía.

Ojeroso, sin afeitarse desde hace días, y con demasiados kilos perdidos en poco tiempo. Todo ello le daba un aspecto demacrado, empeorado por el atuendo formal de camisa y corbata que se ponía para ir a trabajar. Sin ser muy consciente de lo que hacía, sacó una pequeña caja metálica de puritos, encendió uno, y le dio una profunda calada con gesto cansado.

-¿Qué haces fumando de nuevo esta porquería?, creí que lo habías dejado hace años.

De los demás clientes de la abarrotada cafetería, solo unos pocos se dieron la vuelta al escuchar aquella voz estridente. Los demás, simplemente siguieron sorbiendo de sus tazas.

“¿Qué quieres que te diga?, ¿la verdad?. Pues te contaré que vuelvo a fumar porque estoy punto de estallar. Hace días que no puedo dormir ni tres horas del tirón porque noto un peso encima de mi cuando me tumbo en la cama, que me desaparecen cosas sin más, que

[caras extrañas sin rostro me miran en la oscuridad]

me siento observado en casa. ¡Claro que sí!, te contaré todo esto, incluyendo los ruidos, los susurros. Y entonces será cuando avisarás a los chicos de la camisa de fuerza para que vengan a buscarme”.

-¿Eso?, bueno, un compañero del trabajo me ha hecho volver a caer en la tentación. Últimamente hay mucha tensión en nuestro departamento y estoy un poco nervioso.

Lo cual no dejaba de ser una verdad a medias, pero su amigo demostró con un gruñido que no se creía ni una palabra. Cruzó las manos sobre la mesa y cuando habló, lo hizo con tono de complicidad.

-Esta mañana la he visto de nuevo, por el facebook quiero decir. Ha cortado con el cretino con el que estaba saliendo. Creo que deberías llamarla.

-No creo que tenga muchas ganas de verme. La dejé plantada en el altar, me fui corriendo de la iglesia, ¿recuerdas?.

“Me acobardé. Esa es la verdad. Quizás sea el peso del arrepentimiento, en el sentido literal de la expresión, que me está jodiendo el cerebro

[y veo sombras caminando]

e imagino cosas raras por todo el piso”.

-Vamos hombre, ella estaba loca por ti y tú la echas de menos. ¿Es que no crees en las segundas oportunidades?.

Otra larga calada. El humo exhalado flotó por encima de ellos con la forma de un suspiro derrotado.

-No, no creo.

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Cerró la puerta del piso tras de sí con dos vueltas de llave, dejó caer el pesado llavero con forma de bola de billar en el cuenco de barro que había sobre la mesita de la entrada, y lo escuchó golpear el fondo mientras echaba un vistazo al desorden que reinaba en todo el piso. El hedor rancio a colillas y el tic-tic de la incesante lluvia contra los cristales le dieron la bienvenida. El olor era fuerte incluso con la puerta abierta que daba al balcón del comedor.

-¿No te había cerrado al salir?.

Le sobresaltó un movimiento en el balcón que percibió sutilmente por el rabillo del ojo. “Ahí está otra vez”. Esperando encontrarse con algo aterrador o de nuevo aquellos susurros inquietantes, se dio la vuelta lentamente. Fuera, mecida por el viento, la manga de una camisa parecía burlarse de él.

“Oh, mierda, la ropa tendida”. Maldiciendo sin parar, entró el tendedero con la ropa empapada y golpeando todo a su paso. En el tiempo de volverse para cerrar la puerta de cristal, ya se había formado un charco considerable en el suelo del comedor. Con un suspiro de exasperación, encendió otro purito cuya primera calada le resecó la lengua, pero le supo a gloria. Con gesto melancólico, tomó entre sus manos la foto enmarcada que reposaba en la estantería del comedor.

-Si estuvieras aquí, nos estaríamos partiendo el culo de risa los dos al ver el desastre que estoy montando.

En la imagen, estaban los dos juntos en la feria durante la fiesta mayor del barrio, sujetando un inmenso delfín de peluche que ganó para ella en la barraca de tiro al blanco. Incluso con tejanos y una camisa vieja que había recortado, estaba arrebatadora. No solo era dueña de bellas facciones en su rostro dulce, sino que siempre había tenido la habilidad de encontrar las palabras justas en el momento adecuado. Y una sonrisa… joder, que sonrisa. Le habría comprado todas las cosas del mundo que tuvieran forma de delfín solo por verla sonreír. Ni él mismo podía creer la suerte que tenía por estar con ella, y desde aquel día deseó pasar el resto de la vida cumpliendo juntos los sueños de ambos. La novela que tenía empezada era un ambicioso proyecto a completar al mismo tiempo que ella dirigiría la tienda de manualidades que siempre había deseado tener, querían viajar por toda Europa en tren, probar cientos de inciensos diferentes, querían aprender a cocinar sushi juntos… oh si, estos eran buenos tiempos.

“Y voy yo y me acojono en el día de la boda. Muy bien pedazo de capullo, así se hace”.

El purito se había convertido en ceniza en sus labios sin apenas notarlo. Perdido en sus pensamientos, se dio la vuelta para ir a la cocina a coger la fregona. Una sombra se movía frente a él como salida de una pesadilla, negra como el carbón pero translucida. Parecía que estaba delante de él y en otro lugar al mismo tiempo. Se movía erráticamente hacía el comedor

[flotando en medio de la nada]

desplazándose de forma antinatural. Una figura que recordaba vagamente algo humano, pero sin cuerpo que la proyectara.

Fingiendo más valor del que realmente sentía, trató de sacudirla, espantarla con torpes manotazos. La aparición hizo caso omiso, desplazándose con movimientos imposibles, y deteniéndose frente al mueble del comedor. Entonces, escuchó las risas. Sin duda era aquella aparición quien emitía aquel sonido, resonando con un eco siniestro, como si vinieran del fondo de un túnel profundo y vacío. La sombra balanceó uno de sus brazos hacía el marco de madera que él mismo había estado sujetando hace apenas unos instantes.

-¡No te atrevas a tocar esta foto!.

La sombra se dio la vuelta y se quedaron frente a frente. Era un rostro vacío, oscuro, con huecos que se retorcían en dónde deberían estar la boca y los ojos. Aún así, tenía la absoluta certeza de que estaba mirándolo fijamente. Sintió un vació de puro terror en el pecho al oír de nuevo aquella risa. El ser estiró los brazos y se abalanzó sobre él. Presa del pánico, trató de huir corriendo del piso.

Las llaves habían desaparecido del cuenco de barro.

Estaba encerrado.

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No podía dormir. Cada vez que se acostaba, percibía que algo se ponía encima de él (dentro de él en realidad), y también a su lado en la cama. No necesitaba encender la luz y verlas para saber que estaban ahí, las percibía sin más.

Tampoco podía contárselo a nadie. ¿Qué diría su amigo si se lo contara?. ¿Cómo podía explicar a cualquiera que llamara para pedir ayuda que se había encerrado en su propia casa pero que no tenía las llaves?.

¿Qué diría ella?.

“Pues que estoy como un cencerro, que es un truco ridículo que me he inventado, eso diría”.

Estaba encerrado y solo.

Encendió el ordenador en busca de respuestas, más por hacer algo que por fe en que encontrara cualquier cosa que le pudiera ayudar. La pantalla del portátil mostró el buscador de Internet, bañando escasamente la habitación con su luz blanquecina. Estuvo tentado de escribir la palabra “fantasmas”, pero aquello habría sido reconocer para sí mismo que estaba loco de atar. Así que optó por llamar las cosas por su nombre y tecleó “gente sombra”. Tras descartar varias páginas dedicadas al cine de terror y leyendas urbanas, encontró algo parecido a una explicación seria.

“La gente sombra, también conocida como seres sombra o masas negras, son supuestas entidades paranormales de silueta humana, incorpóreas, y carentes de detalles que permitan diferenciarlas unas de otras. Lo más común es verlas fugazmente fuera del campo de visión periférica, y comprobar que han desaparecido en el momento de girar la cabeza para verlas, aunque se han dado casos muy raros de personas que afirman verlas moverse frente a ellos. Aunque suelen ser descritas como amenazantes, no hay consenso al respecto de que sean de naturaleza malvada, benigna, o simplemente neutral. La mayoría supone que son alucinaciones fruto de la falta de sueño, consumo de drogas, o enfermedades mentales. Sin embargo, algunos teorizan que pudiera tratarse de espíritus errantes de personas que han fallecido y no lo saben, seres extradimensionales, presagios, pareidolias, o bien que son personas como nosotros que viven en universos paralelos y que vemos a través de fallas entre las barreras que separan los distintos universos existentes. Entre los diferentes tipos de… ”.

“Cojonudo”, pensó con amargura. “Todo se reduce a que tengo la casa llena de cadáveres flotantes, el cerebro se me ha estropeado del todo, o estoy viendo a gente de otro universo haciendo su vida”.

Encendió otro purito con gesto resignado mientras barajaba las opciones. Estaba convencido de que los muertos, muertos se quedan, y que no había perdido la chaveta por ninguna causa. Esas cosas eran muy reales, las sentía perfectamente.

Hizo click al enlace que ponía “Universos paralelos”.

“La temática de los universos paralelos y de otras dimensiones es muy frecuente en la ficción. Si bien es la ciencia-ficción la que más se ha destacado, también se utiliza en el género del terror. En algunos casos, un universo paralelo es similar al nuestro pero con eventos históricos diferentes. En cambio en otros casos, otro universo es un lugar sombrío e infernal repleto de formas de vida monstruosas.

No obstante, algunas hipótesis relacionadas con mecánica cuántica y teoría de cuerdas, parecen dar soporte a que la existencia de mundos paralelos pudiera ser una teoría no falseable, es decir, que no puede demostrarse que sea errónea. Incluso se ha propuesto que universos adyacentes al nuestro podrían dejar una huella observable en una medición térmica del universo (lo que se conoce como radiación de fondo de microondas), lo cual abriría la posibilidad de probar experimentalmente esta teoría. Por otro lado... ”.

Todo junto no le parecía nada más que un montón de palabrería que no le servía para explicar los susurros que escuchaba en la habitación de al lado. Solo siguió leyendo porque este físico tan famoso que aparece en los posters sacando la lengua y ese otro que va en silla de ruedas apoyan esta locura, junto al 58% de varios cosmo-lo-que-sean y unos teóricos cuánticos de nombre impronunciable que, esencialmente, dicen que no pueden comprobar siquiera si todo esto es una patraña.

Permaneció con los ojos fijos en la pantalla con una mezcla de morbosa curiosidad y un pánico atroz a levantar la vista y encontrarse de nuevo con otro de estos seres mirándole. Solo, en medio de la oscuridad, les percibía por encima del hombro, acechándole. Con las luces apagadas todo era sombra y no podía verlos, o eso deseaba creer.

Por lo que leyó a continuación, parece ser que las infinitas posibilidades y decisiones que se pueden tomar forman universos parecidos al nuestro continuamente, como cuando uno hace pompas de jabón y al soplar con mucha fuerza se producen varias burbujas pegadas unas con otras. Dentro de cada una de ellas hay un universo espejo al nuestro en que las cosas han variado levemente, pero en ocasiones ocurre que una “pared de pompa” es más fina que las demás, y a través suyo se pueden apreciar vagamente a personas de estos universos como si fueran siluetas que no podemos ver bien del todo. Incluso puede ocurrir que estos "fragmentos de pared mas finos" llegan a crear pequeños agujeros por donde se cuelan objetos de cierto tamaño.

“¡Ah claro, pero que tonto soy!. ¿Cómo no iba a saber que vivo en una puta pompa de jabón y que por esta razón estoy viviendo esta pesadilla?”.

Ya no llovía.

Malhumorado, salió al balcón, al abrazo de la noche, dispuesto a fumar hasta que se anestesiara su extremo hastío o hasta que los pulmones le dijeran basta. Ambas opciones le valían. Abrió la puerta al balcón y le sorprendió el frío que hacía para ser pleno verano.

“Mira, así el purito también me servirá para calentarme”.

Sentía el cerebro agotado y se arrepentía de haber perdido el tiempo leyendo todas esas absurdas teorías. Entre pompas, sombras

[ella]

y demás, sentía que la cabeza le daba vueltas. Nada tenía el más mínimo sentido. Hasta las estrellas parecían estar cambiadas de sitio. Se encendió otro purito aprovechando la ceniza ardiendo del que se había terminado.

“Si todas las posibilidades existen, ¿quiere decir que en otro universo estamos juntos?, ¿publiqué la novela?, ¿recorrimos Europa en tren?, ¿ella tiene su tan deseada tienda?. ¿Qué puedo lograr todas estas cosas?”.

Sonrió. Pensó que se estaba agarrando a un clavo ardiendo, pero sonrió.

“¿Es acaso posible?, a lo mejor podría…”.

Se ajustó la bata para protegerse del frío y se marchó a descansar. Durmió profundamente por primera vez en mucho tiempo, despertándose muy tarde a la mañana siguiente.

Sus llaves estaban de nuevo en el cuenco de barro.

El llavero en forma de delfín relucía.

Olía a incienso.


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