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Cuentos cuánticos: Efecto túnel.


El ser, completamente inmóvil, parecía observarme. Apenas hacía quince minutos que había tomado tierra en Barnard b, después de varios días orbitándolo. No había detectado ni el más mínimo vestigio de civilización, ni de vida de ninguna clase. Era la primera vez que un ser humano ponía sus pies en un planeta fuera del sistema solar, y tras la total destrucción de Próxima b, en Alfa Centauri, Barnard b era el planeta más cercano capaz de albergar vida.

Me quedé también inmóvil, aunque en mi caso fue debido a la sorpresa. Y al miedo. El ser, de forma humanoide, llevaba un traje espacial, aunque a diferencia del mío el visor de su casco no era transparente. Al menos, yo no podía ver su cara. Pasaron unos minutos. Quizá me estaba dando un tiempo para asimilar su presencia.

Finalmente, percibí con total claridad una voz mental. Digo mental, porque el ser no habló ni se movió. Y digo voz, porque eso fue lo que percibí. No fue una sensación, no fue una trasmisión de pensamiento o de conceptos. Simplemente, fui consciente de una voz, aparentemente generada por mi propio cerebro.

- No tengas miedo, no voy a hacerte daño.

El ser hizo una pausa, y añadió:

- Puedes llamarme Plx.

No razoné, simplemente pensé la respuesta. Y funcionó. Así que lo que ocurrió a continuación, aunque no tuve la educación de presentarme, fue muy parecido a una conversación normal.

- No estabas aquí hace un momento. No había nadie cuando he bajado de mi nave.

- Es cierto -contestó-. He sabido que estabas aquí y he venido para hablar personalmente contigo.

- Has venido… ¿de dónde? ¿existe alguna ciudad bajo tierra?

- No, el planeta está totalmente deshabitado. Nunca ha habido vida en él. He venido de un planeta que orbita alrededor de la estrella que tú llamas Betelgeuse.

Algo no encajaba.

- ¿Cómo has sabido que estaba aquí? -pregunté-. Has dicho que el planeta está deshabitado.

Plx no contestó inmediatamente. Como evaluando si podía responderme a esta pregunta. O si yo sería capaz de entender la respuesta. Finalmente, dijo:

- Barnard b sabe que has venido. Así es como también lo he sabido yo.

El visor de mi casco, como creo que ya he dicho, es transparente. Estoy seguro de que Plx se dio cuenta de la cara de estúpido que puse en ese momento.

- ¿Estás hablando del planeta? ¿El planeta te ha avisado? -logré articular. Pero entonces me di cuenta de lo que no encajaba, y sin darle tiempo a responder, exclamé:

- ¡Es imposible que hayas venido desde Betelgeuse! ¡Está a cientos de años luz!

- No, no lo es -respondió sin inmutarse-. En realidad es muy sencillo. Eres científico, conoces el efecto túnel.

Mi cerebro intentó, frenéticamente, descifrar el sentido de esta última frase. El efecto túnel es un extraño fenómeno cuántico por el cual una partícula puede aparecer en un lugar donde, según las leyes de la física clásica, es imposible que pudiera estar.

Como si me hubiese leído el pensamiento, Plx siguió hablando. O lo que quiera que estuviera haciendo en mi cerebro.

- Recuerda el principio de incertidumbre. La posición de una partícula está indeterminada, hasta que su función de onda colapsa. Esa función de onda abarca, en realidad, todo el universo, y cuando colapsa la partícula puede aparecer en lugares donde en teoría no debería haber podido hacerlo. Te basta con saber que, controlando este fenómeno, podemos lograr algo parecido a la teletransportación. De forma instantánea. Y a cualquier parte del universo.

- Pero -estallé- ¡es imposible controlar dónde va a aparecer cada partícula! Y las probabilidades de que tan solo una partícula colapse a tanta distancia, y mucho menos controlar dónde, son tan…

En ese momento oí perfectamente una risa contenida en mi cerebro. Me callé en seco. Su voz podía ser mental, pero me pareció que contenía un punto de sarcasmo.

- ¿Probabilidades? ¿Crees que son el azar y las probabilidades quienes gobiernan la mecánica cuántica, quienes rigen el universo? -hizo una pausa, apenas unos segundos-. No entiendo como podéis haber evolucionado tan rápidamente en algunas cosas, y seguís siendo tan ingenuos en otras.

Mi cerebro iba a toda velocidad. Pero no quería desviarme de lo que había dicho antes. Si era cierto, si el teletransporte era posible, ¡era algo revolucionario! Intenté tranquilizarme.

- Pero no se trata únicamente de controlar dónde hacer colapsar una función de onda. Me hablas de hacer aparecer una cantidad inmensa de partículas cuánticas, en un lugar situado a muchos años luz. La tecnología necesaria para hacer algo así, ¡es inimaginable!

- ¿Tecnología? -Plx estuvo callado unos segundos. Cuando habló, el tono de su voz parecía suavizado-. Hay cosas mucho más poderosas que las máquinas y la tecnología. ¿Olvidas qué causa el colapso de la función de onda?

- ¿Me hablas del observador?

- Claro. ¿Y qué piensas que es el observador? ¿un detector? ¿un ser humano?

Hubo otra pausa. Pero parecía algo alterado y no me atreví a interrumpirle.

- El causante del colapso de la función de onda, de la aparición de la materia desde la nada cuántica, es el conocimiento. El hecho de saber, o incluso el hecho de poder llegar a saber en lo que tú llamas futuro.

- ¿Qué intentas decirme? ¿Me hablas de la mente, de la conciencia? -Dudé, pero finalmente lo pregunté-. ¿Me hablas de Dios?

Plx se movió ligeramente, por primera vez, y en ese leve gesto me pareció detectar algo de impaciencia. Debí interpretarlo bien, ya que dio por terminadas las explicaciones.

- Los humanos habéis dado un paso transcendental -el tono era distinto, aunque no sabría explicar en qué sentido-. Por primera vez habéis llegado a un planeta situado fuera de vuestro sistema solar. Eso, aunque no sois conscientes de ello, marca un punto de inflexión.

- Ha sido un gran hito para nosotros -respondí, orgulloso.

- Y para todos.

Abrí mucho los ojos, ¿quiénes eran todos? Pero Plx seguía hablando.

- Representa algo así como un rito de madurez. Significa que sois capaces de explorar otros sistemas, otros mundos. Y eso implica el fin de vuestro aislamiento, ahora nada nos impide acceder también a vuestro mundo.

Me quedé callado. ¿Habíamos estado aislados intencionadamente? ¿Por qué?

- La puerta solo la podíais abrir vosotros -continuó Plx, de nuevo como si me hubiera leído el pensamiento-. Una vez abierta, su sentido es bidireccional. Desde este momento, el Convenio establece que sois algo así como “mayores de edad”, y como tales se os va a tratar. De igual a igual.

Por un momento, pude vislumbrar el futuro. ¡Las posibilidades eran increíbles!

- Podemos aprender mucho de vosotros -comencé a hablar atropelladamente-. Debéis de estar mucho más evolucionados, podéis…

Me callé. Creí advertir un movimiento a través del casco del traje espacial de Plx. Pero era imposible, no podía ver su cara. Entonces me di cuenta: solo en mi cerebro, durante unas milésimas de segundo, había creído sentir una ligera sonrisa.

Una sonrisa condescendiente...


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