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La excepción a la regla.


Marco miraba la carta que aparecía en el cristal de la mesa del salón, como si de una

pantalla de ordenador se tratase. Sus manos temblaban por la emoción, al tiempo que leía su contenido en voz alta para los allí reunidos. Guacimara, su madre, iba a ser criogenizada en apenas dos días. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando su madre se acercó a ellos, sentados los tres hermanos juntos en un sillón, y los abarcó a todos en un abrazo.

- Hijos míos - dijo Guacimara sin poder contener la emoción - en dos días voy a ser criogenizada y esa ha sido la meta de mi vida.

- ¡Enhorabuena mamá!

El resto de la tarde transcurrió entre risas e historias de los buenos recuerdos de la familia. Guacimara había organizado un asadero para estar con sus seres queridos. Sus nietos correteaban por la casa y sus hijos y nueras estaban pendientes de ellos entre risas. Éste era el recuerdo que quería conservar en su memoria cuando fuera congelada dentro de dos días.

- Marco. Ven.- apartó Guacimara a su hijo para hablar a solas con él- necesito que me acerques a la planta de criogenia de la Mercacorp pasado mañana.

- Muy bien mamá. ¿A qué hora quieres que te recoja?

- Ven sobre las dos de la tarde.- le dijo mientras se frotaba los brazos con las manos - ¿Hace un poco de frío, no?

- Yo no tengo frío mamá.

- Será la edad.... O la emoción.- Le contestó guiñándole un ojo.

Guacimara abrió los ojos y vio su cara reflejada en un cristal. No podía moverse. El sonido de las alarmas se oía por debajo de los alocados latidos de su corazón. El frío era intenso. Notaba su cuerpo entumecido pero aún podía moverlo. Una voz habló dentro del cubículo:

- ¿Se encuentra bien señora Artiles?

Quería responder pero sus labios no se movían. Notó cómo por su brazo derecho algo se introducía causándole un dolor punzante.

Y después su cuerpo dejó de responderle.

Guacimara se encontraba frente a la caseta de vigilancia donde un cartel rezaba: COMPLEJO DE CRIOGENIA ÁREA ESTE. La caseta se componía de un cilindro de hormigón armado cuyo único hueco estaba tapado por una puerta de madera maciza cerrada. Se acercó a la puerta y pasó su muñeca derecha frente al lector de chips. La puerta se abrió y al entrar se encontró en una estancia sin ventanas cuyas paredes estaban ocupadas por imágenes, que pensó, debían corresponder a diferentes lugares del complejo. La puerta se cerró tras ella dejando la estancia iluminada únicamente por la luz que procedía de las paredes. Un rectángulo a la altura de su cara le mostró un rótulo que decía:

BIENVENIDA SEÑORA ARTILES,

LA UNIDAD DE PROTOCOLO LA ACOMPAÑARÁ HASTA EL MÓDULO C2 YA PUEDE SALIR

La puerta por la que entrara se abrió sola y tras su pórtico le esperaba un vehículo con el emblema de Criogenia Corp. Ya en el interior, un robot del tamaño de un niño de seis años le dio la bienvenida y le dijo que no se preocupara por nada. Hacía frío y pensó que el aire acondicionado debía estar conectado a la máxima potencia.Percibió que habían iniciado la marcha...

Otra vez su cara reflejada en el cristal. Otra vez sentía frío a su alrededor. Sin embargo, su cuerpo le respondía mejor. El mismo estruendo en el exterior. Forcejeó contra las ataduras que la mantenían inmóvil y para su sorpresa no opusieron demasiada resistencia. Empujó la puerta hacia fuera con las dos manos, pero no consiguió nada.

- Señora Artiles no se resista, sólo durará unos segundos. - Váyase a la mierda.

- Váyase a la mierda.

-¿Perdón? - respondió el robot con tono de sorpresa pero con el mismo rostro imperturbable. - Creía que era lo que usted quería.

- Claro. Perdone, estaba pensando en otra cosa. - respondió. Se encontraba confusa.- ¿Podría bajar el aire acondicionado?

- Claro, dijo al tiempo que manipulaba un control situado en el panel de la puerta que estaba a su lado derecho. Como ya le he dicho. El proceso sólo durará unos segundos. Primero se le explicarán todos los derechos presentes y futuros de que dispondrá después del proceso. Se le conducirá a las cámaras. Se canalizará una vía para la administración de medicación, comida y líquidos. Y otras vías para la evacuación de fluidos y heces. Se la introducirá en la cámara de frío y se irá disminuyendo la temperatura hasta alcanzar los -190 oC.

Era evidente que el discurso del robot estaba calculado para que durara exactamente lo mismo que el trayecto, puesto que cuando terminó de hablar, el vehículo se detuvo. Guacimara miró por el cristal y se vio dentro de un garaje poco iluminado, del cual una puerta daba acceso a un pasillo, que desembocaba en una fuente de luz.

- Salga del vehículo y siga el pasillo hasta el final.- le dijo el robot al tiempo que se abría la puerta a su izquierda.

El mismo ruido sordo. El mismo reflejo en el cristal. El mismo frío. La única diferencia era que ella ya había pasado por todo esto y no le sorprendía. Se zafó de las ataduras y golpeó el cristal con todas sus fuerzas. Utilizó las piernas esta vez y el cristal cedió un poco. Unos cuantos empujones más desprendieron el panel de vidrio que cayó frente a ella. Los calambres que le produjeron el esfuerzo hicieron que se demorara unos segundos. Pasado ese tiempo avanzó para salir del cubículo y con este gesto se arrancó las sondas que

portaba, sufriendo un dolor que hizo que quedara tumbada sobre el pasillo de metal. Escuchó la misma voz que las veces anteriores hablándole al hueco vacío.

Cuando el dolor disminuyó lo suficiente, se incorporó y miró en derredor y lo que vio hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo desnudo. Se trataba de un inmenso tubo dispuesto en vertical en cuyas paredes unos pasillos daban acceso a miles de cápsulas como la suya. Ella se encontraba bastante cerca de la base del tubo, por lo que decidió probar suerte y bajar. Corrió todo lo que su anciano cuerpo le permitía. Llegó a una puerta que daba acceso a una inmensa sala cuadrada tenuemente iluminada, y continuó su carrera. Nadie le franqueó el paso. En su sien, notaba los golpes de la sangre, que como ella, se abría paso frenéticamente por su cuerpo.

Cuando salió al exterior se encontró una multitud de hombres vestidos de uniforme y armados. La mayoría de las armas apuntaban a su persona.

- ¡Guacimara Artiles Monzón! - Gritó un hombre canoso a través de un megáfono - No queremos hacerle daño. Sólo queremos terminar con esto. Acompáñenos.

- Tampoco tengo otra opción.- Respondió resignada.

Y así un soldado la envolvió en una manta térmica y la acompañó hacia dentro, donde se dirigieron a una consulta médica. El soldado le indicó que se acostara en la camilla boca arriba. Una señora vestida con una bata blanca impoluta cogió unos artilugios que no pudo identificar y se dirigió hasta donde ella estaba. Sin detenerse le dijo: Esto te va a doler querida. Y acto seguido abrió un tajo en su brazo derecho, sacó su chip, aprovechó para extraerle sangre y le aplicó un parche médico. Le vendó el brazo y abandonó la consulta sin decir nada más.

El soldado la obligó a ponerse en pie. Le dio ropa para que se la pusiera mientras él esperaba de pie frente a ella. Cuando se la hubo puesto , la condujo hasta afuera donde un vehículo militar con los cristales tintados la esperaba. Subió al vehículo y tras dos horas de camino, se detuvieron y la puerta se abrió. Nada más salir por la puerta del coche, ésta se cerró y el vehículo se encaminó de regreso al complejo.

Guacimara se encontraba en un camino de tierra, rodeada de vegetación; árboles, arbustos, matojos,... y sola. No le habían explicado nada pero durante su viaje hasta ese lugar había pensado en todo lo sucedido, y sólo se le ocurría una respuesta; la criogenización había fallado. Ahora era una No-C. Una de aquellas personas que eran apartadas de la sociedad por no poder ser de utilidad en un futuro. Una No Criogenizada.

La ira que la embargó fue tal, que se juró a si misma que el resto de sus días los emplearía en derrocar esa sociedad que la había apartado porque sus sistemas no funcionaban con ella.

Se giró buscando la ciudad más cercana y poder así grabarla en su memoria. Pero lo único que consiguió ver fue un cartel medio caído en el que se veía la imagen de una familia sonriente y se leía un eslogan que decía: CRIOGENIA: ADIÓS A LA JUBILACIÓN, ADIÓS A LA VEJEZ.

Rompió a llorar de impotencia y rabia. Mientras recordaba que el objetivo de su vida había sido siempre que la criogenizaran. Lloró por sus hijos y nietos. Lloró y Lloró.


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