¿ Qué pasaba? Dibujó un trazo, uno curvo; luego, uno recto. Como en el objeto de la foto. Pero el curvo se volvió recto, y el recto, curvo. Sujetó con fuerza el lápiz. Rectificaría el dibujo sin usar la goma. ¿Dónde la había puesto? Bah, daba igual. Atacó primero la recta, para curvarla, pero no se dejó. Del lápiz no surgía lo más mínimo. Estaba cansado. Sí, eso era. Fue por el trazo curvo, y el lápiz se quebró al apretar. ¿Qué estaba ocurriendo? Buscaría la goma. Fue a salir de la habitación. Notaba un hormigueo en la mano con la que dibujaba, como si le faltara algo. Al ir a girar el pomo de la puerta cerrada, contempló, estremecido, que su mano ya no estaba. Abrió la puerta con la izquierda, temblando de miedo. Por el hueco, un lápiz gigantesco se le acercaba, atrincherándolo contra el fondo de la habitación de papel.