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Oda a la Muerte


¿Estoy muerto? ¿Llegó ya mi hora? ¡No! ¡No puede ser! ¡Todavía no!

Han sido 38 horas seguidas de batalla, la piel se me fundió con el hierro, con el sudor y con la sangre. He sentido las vísceras aun calientes de mis enemigos rozar mis mejillas, y lo que es aún peor, las de mis aliados. 3 meses planeando la ofensiva, 8 semanas de andaduras, hambre, sed, agotamiento, miedo, fiebre…

Por mis hermanos que moriré de la forma más honrada. Vendrá Dios a recoger mi alma y me tendrá que suplicar de rodillas para que me desate de mi estandarte. Que venga el enemigo hasta aquí, que me pisotee, pero que me encuentre en pie, como siempre viví, como siempre vivimos. Me aferraré al hierro de mi espada, no pienso soltarla. Me siento desnudo, sin ataduras, ya nada me encadena a esta tierra bañada con la sangre de mis héroes. ¡No! Dios, concédeme un último deseo, déjame mirarle a los ojos a esos enemigos de los helenos, déjame escupirles, déjame vertir sobre ellos el veneno más devastador, déjame ver como les empapa la garganta, la quema y mueren entre terribles gritos de dolor, déjame jactarme de su viaje al más allá, como hicieron ellos con mis hermanos.

¡Te dije que no! ¡Te dije que todavía no! Todavía no he saciado esta venganza que me recorre cada arteria. Me quema, me arde, déjame aliviarme, déjame abrirles en canal y observar como de negro se les tiñó el alma tras teñirse las manos con la sangre de mis helenos. ¡Te lo imploro! ¡Te lo suplico! Déjame cerrar esta vida terrenal antes de llevarme a donde tengas que llevarme. No he acabado. ¡No he acabado!

Entiendo el porqué de la herejía ahora. Veo acercarte, sin ninguna alteración en el ritmo de tu andar, sin ningún tipo de compasión, firme, severo, determinante, como el filo del enemigo. Espera. No, no eres tú. Es… es algo todavía más bello que la imagen de Dios. No consigo comprenderlo. ¿Qué puedes ser? Esa venganza…esa sensación que arde…ha dejado de arder de la misma forma. No, desde luego que no es venganza, pero qué es…Oh Dios, si no eres tú, desde luego que tiene que ser un ángel enviado tuyo, es la criatura más hermosa. Me oculta el rostro con un manto negro como el inmenso y bello manto que se cierne sobre nosotros protegiendo las estrellas, dando paso a la luna para realizar su icónica puesta en escena.

He dejado de sentir esa sensación. Ya no hay rabia, no hay furia, no hay venganza, no tengo sed de derramar sangre, por no tener, no tengo nada. He dejado de sentir mi corazón. Por supuesto, es esa figura la que me lo ha robado. ¿O es que lo he perdido de verdad? Vaya…astuta Parca, nadie podía ser tan bello más que el mismísimo Ángel de la Muerte. Suerte que quien me arranca el ultimo suspiro es una dama tan bella. Adelante Muerte, cierne con ternura la guadaña sobre mi garganta. Posa tu vacía mirada sobre mis dilatadas pupilas. Déjame conocer el sabor de tus labios antes de marcharme. Oh Muerte, oh Muerte, eres tan hermosa… ojalá morir mil y una veces para apreciarte cada una de ellas durante el último instante de existencia. ¡Qué sentido tiene colmar de gloria a tu pueblo para reunirte al final del camino con Dios, si no te puedo apreciar a ti, Dama de Negro! ¡Qué sentido tiene esa vida terrenal si no formas parte de ella Muerte! Arráncame el alma, te juro que no me resistiré. Hazme tuyo, pues es lo único que anhelo ya. Debería de haber muerto mucho antes, no sé como he podido aguantar tanto sin apreciar tal perfección. No, debería de no haber nacido, así, tal vez, hubiera estado muerto para el resto de la existencia, y podría haber expresado este amor que me envuelve ahora por el resto del espacio y del tiempo. Déjame remendar mi error, hazme muerto, y nos amaremos, como no puede amar ningún otro mortal, como no puede amar ni siquiera Dios.

Oh amor mío, no me susurres eso. Mi corazón ha dejado de latir, es el momento. He abandonado toda vida para hacerme uno con la oscuridad eterna. La muerte es mi objetivo último, el fin de todo ser humano, el mar al que va a parar el río. Te amo. Déjame besarte. Déjame sentirte más cerca. No compartí la vida contigo, déjame compartir la muerte. Amor…amor mío…no puedes decirme esto. ¿Cómo que no es el momento? ¡Te necesito! No, no te alejes. Oh bella dama, no me dejes en la oscuridad solo. Tengo miedo. Tengo miedo de enfrentarme a la muerte eterna sin ti. Te quiero. Solo hay una cosa peor que el amor correspondido, y es sufrirlo en muerte. ¡Ámame! ¡Te lo suplico! Tengo frío, sé que me estoy muriendo, como hicieron mis hermanos, ¡es el momento! Debo de morir, y vivir a tu lado por le resto de la eternidad.

No me des la espalda. Vuelvo a sentir el latido de mi corazón, la sangre vuelve a recorrer mis venas…no… ¡Parca no! ¡No me mandes de vuelta! No me queda nada en esta vida terrenal. Un mísero mortal no puede apreciar tal belleza y vivir sin ella. No me queda nada. Mis hermanos han muerto. El enemigo está aquí, lo sé, le escucho, siento sus pisadas en la roja tierra. ¿No eras la Muerte? ¡Pues actúa como tal! Asesíname a sangre fría, sé que es mi hora, sé que te amo, ¿qué más necesitas? No es el momento repites, y dime, cuándo lo será. No, no te vayas. Para. Escúchame. Llévame contigo. Quiero morirme en vida, no vivir muerto.


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