La vinculación
- Alejandro del Pino Tortonda
- 8 mar 2019
- 1 Min. de lectura

Las estrellas se reflejaban como acuarelas en las tibias aguas de un arroyo sin nombre, y una brisa que anunciaba el verano desordenaba los plateados cabellos de un joven que meditaba sentado sobre las aguas. El bosque, como cada noche, susurraba secretos solamente para aquellos que sabían escuchar. Las hojas danzaban un baile tan antiguo como la lluvia, y el césped, prácticamente inmóvil, esperaba tímido la llegada del rocío.
La respiración del muchacho intentaba, desesperada, acompasarse a los latidos de una naturaleza tan espesa y primitiva que parecía ahogarle por momentos. El viento comenzó entonces a agitarse, las aguas del arroyo aumentaron su velocidad y las aves nocturnas alzaron el vuelo en todas direcciones.
El joven consiguió relajarse, y con ello, la arboleda recuperó la tranquilidad propia de una tardía primavera. Un sol ansioso parecía querer asomarse entre las montañas, al este, y en ese preciso instante el chico se fundió con las aguas del arroyo.
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