La lectura era interesante. Pero habían pasado unos días y, entre fiestas, enredos y olvidos, lo había ido dejando. Me iba a poner a ello. La novela lo merecía, sin duda. Pero, de nuevo se metió en mi cabeza otra idea mejor. Hacía tiempo que no confraternizaba con los pesados del club de paddle. Les mandaría un whatsapp. En esto, saltó un mensaje en el móvil. No conocía la identidad del usuario. Ni tampoco aportaba foto alguna. Me pedía que fuera a la página 78. No pude sacarle más información, tan solo que se refería a la novela que estaba leyendo. Fui a la página. Estaba en blanco y, además, era la que estaba a la vuelta de la última que había leído. Me pidió que pasara la siguiente hoja. Allí estaban. Mis colegas del paddle, tras unas rejas oxidadas, asomando unos rostros famélicos, sucios, pero identificables. Congelados en los trazos hábiles del dibujante. Decidí continuar la lectura. En ello estoy, y no sé cómo acabará esto.